– ¿Y esta historia que me vas a contar sucedió cerca de aquí?
– Muy cerca, vamos paseando hacia allí… El relato comienza en calle Ollerías
Allí se encontraba Silvana durmiendo en su domicilio. Dicen que el despertar de aquella madrugada sorprendió a la muchacha empapada en su cama. Había abierto los ojos palpitante y emocionada, pero asustada y cautelosa a la vez. La joven malacitana aún no había cumplido la mayoría de edad y tenía tanto miedo de que su padre la descubriera en su vespertina huida que hasta su cabello sudaba rocío. No podía perder ni un solo segundo. Faltaban cinco minutos para que su amado saliera de su casa en Calle Carretería y ambos se encontraran en la puerta más cercana, la del camino de Antikaria. Lo tenían todo milimetrado, tanto que su amor había salido airoso durante seis meses ya. La adolescente pareja repetía el mismo ritual todas las noches, callejeaban cogidos de la mano por los pasajes menos frecuentados de la ciudad durante casi una hora, momento en el que Lucio entraba a trabajar al horno alfarero que había en el monte de El Ejido. Y así soltaban sus manos con la promesa de volver a verse la madrugada del día siguiente. Una travesura impregnada de candidez e ingenuidad.
En su paseo despistaban a los herreros que iban de camino a la fragua en Calle Gigantes. Observaban el paso rápido en hilera de los pescadores que traían el pescado desde el puerto para hacer gárum en la factoría de salazones de Calle Beatas. Se inmiscuían entre los comerciantes de exóticas telas que visitaban la ciudad para hacer sus negocios con las familias mejor posicionadas económicamente. Toda esta gente humilde se volcaba en sus oficios para que, cuando el sol hiciera su aparición, Malaca vibrara de sonidos y colores. Malaca la bella y luminosa, la ruidosa y jaranera, la encantadora y hechicera.
Mientras llegaba ese momento la ciudad dormía oscura y misteriosa, pero olía tan intensamente a salitre y a jazmín que Silvana y Lucio estaban felices de descubrir juntos la vida, a pequeños pasos, sin prisas y sin miedos. La única condición no escrita era experimentar juntos la víspera de la aurora para despedirse de nuevo hasta la madrugada del día siguiente.
El destino es caprichoso e incierto. Nunca puedes estar seguro de jurar una promesa sin miedo a equivocarte. El imberbe Lucio y la menuda Silvana estaban a punto de darse cuenta de esto. En tan solo 10 minutos su inocente adolescencia iba a sufrir un giro radical hacia una madurez que los iba a hacer cumplir en años y experiencia acelerada. Esa misma madrugada, antes de que la ciudad despertara, Malaca sufrió una razzia desde Mauritania…
Aunque esa es otra historia que debe de ser contada en otro momento porque hemos llegado a nuestro destino, el Hammam Al Ándalus en la Plaza de los Mártires en pleno Siglo XXI, el sitio donde quería traerte.
– Pero no puedes dejarme así, ¿qué pasó con Silvana y con Lucio?
– No te preocupes, la historia no siempre tiene respuesta para todo, pero ahora vas a poder bañarte literalmente en ella y lo entenderás todo mucho mejor.