Desde mediados del siglo XVI los barcos que llegaban al Puerto de Málaga eran guiados por una tenue luz que colgaba del punto más alto de una grúa de madera. Conocida entre la gente de aquella época como “La Linterna”, de esta estructura de madera situada a la entrada del Puerto pendía una lámpara de aceite cuyo reflejo era una humilde luz que no siempre cumplía con la función de guiar a los marineros para poder atracar sin percances sus barcos.
Un siglo después y tras infinidad de incidentes y contratiempos, en 1817 se construyó la actual Farola de Málaga, el único faro de España que junto con el de Santa Cruz de Tenerife posee nombre femenino. De modo que una torre de más de treinta y seis metros de altura sobre la que se alza un torreón de cuatro metros sustituyó a la antigua Linterna de madera.
Quizás uno de los momentos más trágicos de los que fue testigo La Farola fue el naufragio de la Gneisenau. La mañana del 16 de diciembre de 1900 la fragata alemana se vio envuelta en un fuerte temporal y golpeándose en contra del espigón del Puerto naufragó dejando un saldo de cuarenta y un víctimas mortales. Las tareas de rescate en las que se afanaron los malagueños quedaron en la memoria de los sobrevivientes alemanes, razón por la cual ocho años más tarde Alemania donaría a la Ciudad de Málaga el Puente de Santo Domingo, mejor conocido como el Puente de los alemanes, que a consecuencia de las riadas de 1907 había quedado completamente destruido.
En adelante, La Farola asumiría la tarea de guiar y dar la señal de bienvenida a todas las naves que asomaban por el Puerto, aunque no fue hasta 1916 que entró en funcionamiento el moderno aparato de giro. Desde entonces La Farola ha cumplido cabalmente con la tarea de recibir a marineros y viajeros provenientes de los siete mares, sin embargo, durante la Guerra Civil tuvo que ser apagada y camuflada con manchones de pintura para evitar la orientación de la artillería naval y del ejército golpista. Sufrió importantes daños, por lo que una vez terminada la Guerra fue rehabilitada en 1936, cuenta la leyenda que la madera de caoba que cubría el torreón fue robada durante las obras.
A finales del siglo XX La Farola fue trasladada a la zona media del recinto portuario, lugar en el que permanece hasta ahora. Aunque dejó de funcionar hace algunos años, realmente merece la pena realizar una caminata por Puerto hasta encontrarte de frente con ella, y mientras haces el recorrido valga recordar la historia de una luz que durante siglos se empeñó en dar cobijo a los barcos que visitaban Málaga y a sus tripulantes.