Con una cúpula de 15 metros de altura, la terma apunta al cielo
La ciudad siempre se reserva para sorprendernos con algunos rincones secretos. Esa que creemos conocer como a la palma de nuestras manos. Lugares donde todo es posible. Y, a la vez, como si de una ecuación fantástica se tratara, todo es distinto. Según la persona que se atreva a visitarlos.
Y así fue cómo descubrió esa sensación, tan mayúscula y latente en su interior, y a la vez, tan discreta y diminuta al exterior. Existente solo para ella y para él. Aunque estaba totalmente segura de que cada persona que por allí pasaba vivía su propia experiencia. Todas diferentes, todas mágicas y hermosas. Aún se siente levitando solo de pensarlo y cuenta los días para volver a experimentar una aventura tan libre y plena.
Con paso firme hacia la liviandad
Una vez despojada de todas sus pertenencias y ropa, solo con su bikini y el pestemal a modo de pareo, la experiencia comenzó cuando traspasó el umbral que unía los vestuarios con el hammam. Lo hizo lentamente, el camino apenas estaba iluminado, y con las plantas de sus pies desnudas, las primeras sensaciones de libertad se apoderaron de su cuerpo, que fue dejando con los pasos los miedos y preocupaciones a un lado. Sabía que aún tenía que sentirse más liviana, al fin y al cabo esas tensiones eran parte de su día a día, no iba a ser fácil librarse de ellas.
Cuando llegó a la terma central, la antesala del recorrido, encontró a su pareja esperándola. Después de la hospitalaria bienvenida del anfitrión, quedaron dispuestos a entregarse a las virtudes de aquel paraíso en la tierra. Cuando él iba a comenzar a decirle algo, ella encontró certero tocarse los labios con su dedo índice y hacerle un gesto cómplice con sus enormes ojos marrones. Ambos entendieron que incluso los susurros podían interrumpir un momento tan mágico.
Un rincón para sentir
La delicadeza y la sensorialidad fueron llegando poco a poco y con plenitud. Ambos se entregaron a esa misteriosa energía que ese lugar tan especial reservaba para ellos. Nunca se habían encontrado en un rincón donde se guardaran tan bien los secretos y los encantos. Sentían que todos sus sentidos estaban mimados. Hasta el oído, con esa melodía sugerente que invadía el ambiente a través del raudal de agua que repiquetea siempre en su trayecto.
Subieron las escaleras, era el momento de disfrutar del ritual elegido. Despojada de su pestemal, se tumbó en la piedra y pasó a entregarse a las bondades de esta experiencia. Su masajista comenzó a llenar dos cuencos de agua, que resbalaron después hacia sus extremidades. Primero las piernas, luego la espalda, finalmente sus brazos. Inevitablemente se trasladó a su infancia, cuando nada importaba, solo ser plenamente ella.
Esta sensación empezó a crecer cuando continúo el ritual del kessa. Una enorme nube de pompas de jabón cubrió de improviso toda la parte trasera de su cuerpo. Cada una de las burbujas le hizo cosquillas al rozar su piel, desapareciendo después con pequeñas presiones después sobre su delicada tez.
Se dejó llevar por la mano invisible que la invitó después al doble masaje. Ojos cerrados, tacto y aroma a flor de piel. Sabe que no es posible, porque aún está dentro del hammam, pero siente cómo puede volar, liberándose de toda preocupación. Después de las piernas y la espalda, siente como llega el turno de masajear las manos, para mimar luego su cabeza y su rostro. Definitivamente se siente plena y cuando llega el final solo puede salir flotando de allí. Se tumba un rato en la piedra volcánica para sentir todo el calor sobre su espalda y subir más alto.
La sorpresa de volver a sentir sin prisas
Cuando aterriza un poco, su pareja la espera en la terma de agua caliente. Ambos tienen un brillo distinto, se han quitado de encima toda la rigidez y el estrés. Es tan fácil recibir así a todos los estímulos que llegan, que no dudan en tumbarse boca arriba sobre la balsa candente, flotando. Sorprendidos, como embrujados, observan ahora la cúpula de estrellas que les guiña con rayos del sol que vienen de fuera. Sus manos se rozan y se sonríen cómplices.
Una inmersión en la terma de agua fría, helada, los trae levemente de vuelta a la realidad. Sienten que todo su cuerpo, ahora vivaracho, fluye. Es un despertar para su circulación que emana vida y energía. Casi ha llegado el final de este viaje. Se zambullen en la terma de agua templada de nuevo y sienten cada uno de los rincones de su cuerpo mientras miran hacia arriba, mientras se elevan. Hacía tanto tiempo que se sentía anestesiada por las prisas y el estrés, que se produce un autoreconocimiento sorprendente. Vuelve a ser ella. Esa sensación vuelve a sorprenderla cada vez que quiere relajarse y cierra los ojos. Cuenta los días, pronto volverán para entregarse de nuevo a los placeres del hammam.